De paseo por las librerías

Una de los primeros lugares que visité en Wellington fueron las librerías.

Compré un libro de Virginia Woolf en Unity Books. El lugar me pareció que tenía una buena selección de títulos

Elegí ese libro porque ya conocía a la autora y como estoy practicando mi inglés, me pareció oportuno comenzar por lo conocido.

La edición es muy bella, con ilustraciones en colores vivos.

Luego visite Honeybee Library, un hermoso lugar de libros usados, más acogedor que el anterior. Parecía más bien una biblioteca, olía mucho a hojas húmedas y antiguas. Compré varios libros de poesía.

Cada vez que voy a una librería paso por las secciones de Poesía, Narrativa, Política, Filosofía y hacia el final me quedo observando los magníficos libros de Arte y Arquitectura.

También deambulo por la letra C, siempre espero encontrar algún título de Albert Camus. Todavía no lo he leído en inglés, aunque temo que no me guste en esa versión.

Para mi sorpresa, hallé que los poetas neozelandeses son fecundos, siempre hay una sección envidiable de poesía local.

Luego de un momento creo que no es llamativo que en un lugar tan bello muchas personas sientan el deseo de escribir.

Creo que es algo parecido a confesar.

Uno se encuentra en una colina enorme, con vista a la ciudad. Con estos caminos y pasadizos, el ambiente denso y húmedo, siluetas de paraguas y pies mojados en el centro.

El país es un gran poema.

Pegasus books es una librería salida de un cuento.

Un cartel algo antiguo indica que al ingreso de esa callecita se encuentra la librería. Por afuera es descolorida, unos cuantos canastos abarrotados de libros muy económicos no llaman la atención.

Se puede entrar por una pequeña puerta, una vez allí, el ambiente se amarillea y uno entra en otro tiempo, a un compas lento y embriagador.

Se escucha jazz de fondo, las paredes están repletas, hay adornos y artefactos que decoran el lugar.

No hay espacio para un suspiro. Los latidos se desaceleran aún cuando uno se extasía de tantos estímulos.

Siempre que visito una librería de estas, donde no hay dos títulos o ediciones iguales, me pregunto si los dueños lamentan cuando un libro se va.

Paseo por todos los pasillos como queriendo aprehender todo lo que veo. Resulta inasible.

Cuando compro un libro me siento profundamente afortunada.

Como cuando de pequeña encontraba un anillo perdido entre la arena de la orilla del mar.

Viajé y me traje los imprescindibles en la valija. Fui intransigente en la negociación de dejarlos.

Por eso los paseé por el aire y a través del aeropuerto como si cargara un maletín con millones de dólares.

Mi biblioteca se ve despoblada, pero tengo conmigo a los mejores. Aunque no entiendo cómo hace la gente para vivir sin los títulos que poseo.

Soy profundamente celosa con mis autores.

Tengo la absurda fantasía de que han escrito para mí.

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2 Comentarios Agrega el tuyo

    1. Muchas gracias Úrsula!

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